martes, 11 de diciembre de 2012

Un cuento de Navidad

UN CUENTO DE NAVIDAD

Llegan las fiestas. Y con ellas, la oportunidad de reflexionar sobre las cosas que de verdad importan.

Estas son las dos últimas semanas antes de Navidad. Como la mayoría de nosotros, yo no puedo permanecer indiferente a ello.
Cada año cuando empiezan éstas semanas, no importa el lugar de la geografía a la que mi extraña vida me haya llevado, empiezo a percibir a la gente un poco diferente. Yo no sé si tiene que ver con el famoso espíritu navideño , con la llegada del calorcito del verano para nosotros y del frío para los del norte, con la proximidad de las vacaciones o con nuestra tradición de hacernos regalos. El caso es que más allá de lo que la tradición cristiana le impone a la fiesta, todos tenemos ganas de jugar a que somos niños nuevamente y pensar que Santa Claus o Papá Noel dejará un regalo para cada uno ,junto al arbolito de navidad. Ustedes ya saben cuánto me preocupa la pérdida de las fiestas populares para nuestra querida nación, en el sentido de se gente. Hablé hace algunos meses de las Fallas de la 9 de Julio, del corso de la Avenida de Mayo y de las hogueras de San Juan en las esquinas de nuestro barrio de antaño. Yo defino esta situación como el robo de la capacidad de disfrute del pueblo como aldea. Pero no puedo culpar verdaderamente a nadie que no sea a nosotros mismos. Quiero decir que si es una renuncia es por una decisión tomada desde adentro y si hay un robo es con nuestra absoluta complicidad.
Es por eso que me sumo a todos aquellos que hoy nos invitan a meternos en la Navidad, a generar un cambio, a regalarnos estas semanas una vivencia diferente, la de la magia de las fiestas.
Una de las puertas que más me gusta recomendar para entrar en el mundo de la magia es la puerta de los cuentos.
Comparto con ustedes una historia de Navidad que circula por el mundo hace decenas de años y va así..............

En una casa más o menos humilde vivía una familia compuesta por el matrimonio y sus dos hijos.
Juan, el hijo mayor de 24 años, casi abogado y Priscila, de apenas 4 añitos.
Al acercarse la Navidad el padre habia comprado un rollo de cinco metros de papel metalizado para poder envolver los regalos antes de ponerlos en el modesto arbolito, armado desde principios de diciembre en la entrada de la casa.
El 23 en la noche, el hombre se decidió a empaquetar los regalos más simbólicos que valiosos, para nochebuena.
Qué desagradable sorpresa fue encontrar en el estante del ropero, el tubo de cartón donde venía enrollado el papel metalizado, desnudo de los cinco metros del costosísimo papel.
El dinero era bastante escaso en la familia y, posiblemente por eso, el señor explotó de furia y mandó a llamar a su familia para ver quién había utilizado el papel. La pequeña Priscila apareció con la cabeza gacha para decirle a su padre que ella lo había usado.
-¿ No te das cuenta de que ese papel es muy caro y que tu papá tuvo que trabajar varios días para comprarlo? ¿ Podrías decirme para qué tontería lo usaste?.
La niña salió corriendo y regresó con un paquete del tamaño de una caja de zapatos, envuelta con varias capas del papel, ahora arrugado e inutilizable.
-¿Como se te ocurre envolver esa caja con cinco metros de papel?
-Es un regalo de Navidad, papá - dijo Priscila- para el arbolito.
-Y se puede saber para quién es este regalo tan valioso como para usar todo el rollo de papel en envolverlo.
-¿ Y para quién va a ser?, para vos, papá. El hombre se enterneció y abrazándola le pidió disculpas por los gritos.
Con el regalo en las manos quiso saber qué contenia y, al abrirlo, volvió a explotar.
"Cuando das un regalo a alguien se supone que debe haber algo adentro. ¿Usaste ese papel para envolver una caja vacía?"
A la pequeña se le llenaron de lágrimas los ojos y dijo: "Es que la caja no está vacía, papá, yo soplé adentro cincuenta y ocho besos para vos". El padre alzó a la niña y le suplicó que perdonara su ceguera y su ignorancia.
El hombre guardó para siempre la caja debajo de su cama y cuando se sentía derrumbado, abría la caja y tomaba de ella un beso de su hija. Esto lo ayudaba a recuperar la conciencia de lo que era importante y de lo que eran tonterías.

NORMA

Por JORGE BUCAY   ( escritor)


2 comentarios:

  1. ¡¡Hermoso y cuanta ternura, en la niña! no pude contener mis lagrimas, realmente brillante, lo que subistes, mi querida compañera!!abrazo....

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    1. Hola Griselda: me puso contenta que te haya gustado el cuento de Navidad y que te hayas emocionado, eso hace ver que tienes un corazón muy sensible. Un cariño grande NORMA

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