La historia de Camila O'Gorman
Camila nació en 1828, año de la ejecución del general Dorrego. Nieta de Ana Perichón, un parentesco que la señalará como "sino trágico".
Artista y soñadora, alta y esbelta, grandes ojos negros, apasionada de la lectura, creyó que era demasiado estrecho el círculo fijado a los jóvenes de su época, y no menos ridículos los escrúpulos de las costumbres y las imposiciones de la moda.
A los 18 años se enamoró del cura de la parroquia del Socorro, el tucumano Uladislao Gutiérrez. Se conocieron en una de esas tertulias de los O'Gorman, en donde se cruzaron las miradas, y fué para siempre.
Ni Camila ni Uladislao quisieron contener nada, ni reprimir sus deseos, los sueños de ser felices, y en la madrugada del 12 de diciembre, se
fugaron.
Pasado un cierto tiempo, el padre de Camila se creyó en la obligación
de denunciar a su propia hija a Juan Manuel de Rosas, pidiéndole que los detuvieran, para curar la herida mortal, según él, para su sagrada familia.
También el provisor de la iglesia del Socorro, se dirigió al Gobernador Rosas, para que el hecho no transcendiera los límites del escándalo.
Mientras esto ocurría en Bs. Aires, Camila y Uladislao huyen de incógnito. Querían llegar a Río de Janeiro, pero el dinero no les alcanzó
y pararon en Goya, Corrientes. Allí fundaron la primer escuela en su propia casa y daban cariño, cobijo y todo lo que sabían a decenas de niños de la zona.
Intentaron vivir su amor con toda naturalidad su gran amor, pero en una fiesta a la que fueron juntos en junio de 1848, fueron denunciados
por el cura irlandés Miguel Gannon, que reconoció a Gutiérrez. Se lo comunicó al juez de paz y fueron detenidos y encarcelados en forma separada.
Se pensó en traerlos a Bs. Aires, pero por orden de Rosas, hubo que proceder a fusilarlos.
Ellos ratificaron su amor, y no dieron muestras de arrepentimiento y
estando Camila embarazada, su compañero pidió por ella, pero en cambio le dieron a beber agua bendita para "salvar" al inocente que tenía
en sus entrañas. Cuando supo Uladislao que no había nada que hacer,
le escribió la última carta a Camila: "
Querida mía, acabo de saber que
moriremos juntos, y ya que no hemos podido vivir en la Tierra unidos, nos uniremos en el cielo de Dios".
En agosto de 1848 fueron ejecutados y el oficial que hizo fuego, se enloqueció y en la vecindad quedó el terror de un grito agudísimo, dolorido y desgarrador que lanzó Camila al sentirse atravesado el corazón.
Muchos años después, Rosas en su exilio en Inglaterra en 1871 asumía su responsabilidad en el caso. Ninguno me aconsejó que lo hiciera, tanto familiares como clérigos, y tampoco escuché a mi hija Manuelita, que hizo una encendida defensa de Camila. Lo ordené convencido de que era necesario para prevenir escándalos semejantes.
Este relato es resumido de las páginas del libro del historiador Felipe
Pigna, que hoy lo muestro a todos los integrantes del grupo VIV.Cordialmente.